Carta de Amor a mi PC
Querida Maribel:
Por siempre tuyo,
JuanCito
Escribo sobre tu cuerpo esta carta sin sello que entrará a las regiones más profundas de tu memoria RAM, recorriéndo-te como un escalofrío varios millones de bits, tu tierna CPU, tu siempre dispuesto microprocesador Pentium IV, y algunos miem-bros periféricos en los que alojarás tus recuerdos memora-bles.
Sabes que eres mi cuarta y definitiva novia, Maribel, amor. Las otras no fueron más que tiempos breves y confusos en mi vida. Prehistoria del pecado, taquimecanografía de la pasión, amor de niños ("agua en un cesto", que decía mi abuela). Hasta que llegaste tú, con esa forma tan tuya de ver la vida sin traumas ni rencores. Algunos materialistas te comparan con una muñeca hinchable ya ves qué envidias y qué mala sangre tienen. Pero lo nuestro es espiritual, metafísi-co, transustancial, metasexual... aunque a veces me excites, Maribel, con tus vertiginosos cambios de pantalla, y me den ganas de darte un beso de doce voltios en la puntita caliente del microchip. ¿Cómo podría enojarme contigo? Eres fuerte y brillante, amor. En tu cumpleaños te voy a regalar un "bus de expan-sión" y otro módem para que hagas turismo por senderos de cobre y monitores de cristal líquido.
¿Cuántas veces hemos jugado juntos al ajedrez? Siempre te pido que me des ventaja y utilices menos del uno por ciento de tus bits para ganar-te de vez en cuando. Y con qué generosidad escribes "You win" en la pantalla, mientras yo doy saltos por la casa con desproporcionados gritos de "¡La he ganado, la he ganado!" Juntos hemos librado varias veces al planeta de la invasión de los marcianos, recorrido selvas, participado en carreras de coches, aniquilado fantasmas, ayudado al hombre-lobo a recuperar su identidad perdida, y ganado cientos de medallas en las olimpiadas. ¿Quién podría decir que la vida junto a ti es aburrida y sedentaria?
¿Y cuando te pones a trabajar? El otro día me hiciste una agenda de teléfonos asombro de amigos y vecinos. A nadie se le ocurrió ya decir eso de "vaya chorrada". Asentían avergonzados, mordiéndose la lengua y con un fulgor de rabia en las pupilas. Ya sé que todos los contables, los ins-pectores de Hacienda y los bibliotecarios están que trinan. Se les acaba el chollo, y más vale que aprendan pronto a hacer calceta. Mis amigos y yo ya sabes quiénes, los del chat de los viernes, nos hemos puesto de acuerdo, y estamos formando ya un "club de convivencia", porque lo del "club de usuarios" nos parece insultante. No debería decírtelo, porque es un secreto, pero tenemos previsto hacerte un homenaje y unas jornadas de desagravio. Los hay tan románticos que quieren abrir un museo con reliquias de vuestros antepasados: el Spectrum, el Amstrad y el Commodore. Tempus fugit!
Cuando a veces te programo, te veo sufrir en silencio recalentando circuitos por unos bucles desproporcionados que te podría haber aho-rrado con un mejor dominio del lenguaje ensamblador. ¡Pobrecita! Y encima te llamo estúpida por tardar tres nanosegundos de más al calcular los diez mil primeros números primos, cuando yo habría tardado un año y con errores. Somos unos ingratos, y ahora mismo te voy a engrasar la cabeza de la impresora para que no te duelan las cervicales como a mí, que es muy molesto.
Recibe una suave caricia en tu más profundo ROM, Maribel, amor, y randomiza las letras de esta carta a través de tu cuerpo y tus circuitos, hasta que estés caliente y lubrificada para mí, enamorado y siervo de tu hardware y tu sistema operativo Linux.
Sabes que eres mi cuarta y definitiva novia, Maribel, amor. Las otras no fueron más que tiempos breves y confusos en mi vida. Prehistoria del pecado, taquimecanografía de la pasión, amor de niños ("agua en un cesto", que decía mi abuela). Hasta que llegaste tú, con esa forma tan tuya de ver la vida sin traumas ni rencores. Algunos materialistas te comparan con una muñeca hinchable ya ves qué envidias y qué mala sangre tienen. Pero lo nuestro es espiritual, metafísi-co, transustancial, metasexual... aunque a veces me excites, Maribel, con tus vertiginosos cambios de pantalla, y me den ganas de darte un beso de doce voltios en la puntita caliente del microchip. ¿Cómo podría enojarme contigo? Eres fuerte y brillante, amor. En tu cumpleaños te voy a regalar un "bus de expan-sión" y otro módem para que hagas turismo por senderos de cobre y monitores de cristal líquido.
¿Cuántas veces hemos jugado juntos al ajedrez? Siempre te pido que me des ventaja y utilices menos del uno por ciento de tus bits para ganar-te de vez en cuando. Y con qué generosidad escribes "You win" en la pantalla, mientras yo doy saltos por la casa con desproporcionados gritos de "¡La he ganado, la he ganado!" Juntos hemos librado varias veces al planeta de la invasión de los marcianos, recorrido selvas, participado en carreras de coches, aniquilado fantasmas, ayudado al hombre-lobo a recuperar su identidad perdida, y ganado cientos de medallas en las olimpiadas. ¿Quién podría decir que la vida junto a ti es aburrida y sedentaria?
¿Y cuando te pones a trabajar? El otro día me hiciste una agenda de teléfonos asombro de amigos y vecinos. A nadie se le ocurrió ya decir eso de "vaya chorrada". Asentían avergonzados, mordiéndose la lengua y con un fulgor de rabia en las pupilas. Ya sé que todos los contables, los ins-pectores de Hacienda y los bibliotecarios están que trinan. Se les acaba el chollo, y más vale que aprendan pronto a hacer calceta. Mis amigos y yo ya sabes quiénes, los del chat de los viernes, nos hemos puesto de acuerdo, y estamos formando ya un "club de convivencia", porque lo del "club de usuarios" nos parece insultante. No debería decírtelo, porque es un secreto, pero tenemos previsto hacerte un homenaje y unas jornadas de desagravio. Los hay tan románticos que quieren abrir un museo con reliquias de vuestros antepasados: el Spectrum, el Amstrad y el Commodore. Tempus fugit!
Cuando a veces te programo, te veo sufrir en silencio recalentando circuitos por unos bucles desproporcionados que te podría haber aho-rrado con un mejor dominio del lenguaje ensamblador. ¡Pobrecita! Y encima te llamo estúpida por tardar tres nanosegundos de más al calcular los diez mil primeros números primos, cuando yo habría tardado un año y con errores. Somos unos ingratos, y ahora mismo te voy a engrasar la cabeza de la impresora para que no te duelan las cervicales como a mí, que es muy molesto.
Recibe una suave caricia en tu más profundo ROM, Maribel, amor, y randomiza las letras de esta carta a través de tu cuerpo y tus circuitos, hasta que estés caliente y lubrificada para mí, enamorado y siervo de tu hardware y tu sistema operativo Linux.
Por siempre tuyo,
JuanCito
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